Bajo tranquila por la rampa del aeropuerto de Tel Aviv. Esta vez ya me sé el camino: no pienso correr.
Voy andando despacio, pausadamente, mientras me tomo el lujo de observar lo que, por puros nervios, no pude observar la primera vez. Me fijo en el exterior. Son las 3.30h de la madrugada (de alguna forma había que ahorrar en el billete) y todo está oscuro fuera a excepción de las luces de las pistas de aterrizaje y un gran mosaico en el suelo, de piedras de colores, anunciando una compañía de teléfonos móviles, alumbrado por imponentes focos (me pregunto si el sueño acumulado hace que la luz me parezca más brillante de lo que en realidad es). Muevo la cabeza con un gesto de negación y pienso que no nos libramos de la publicidad ni aunque nos vayamos a Marte.
Sigo andando, ya estoy llegando al final de la rampa. De repente, me topo de frente con un busto que me mira. '¿Con quién tengo el placer de...? Ah! pero si es Ben Gurión!'. Tengo ante mí al mismísimo personaje que, en 1948, declaró unilateralmente el Estado de Israel.
Me fijo en su cara; pienso en cómo sería en carne y hueso, en qué se le pasaría por la cabeza cuando hizo la declaración... y pienso en la catástrofe que supuso para los palestinos, pienso en los refugiados que siguen sin poder volver a sus hogares, en los pueblos destruídos y en la gente aniquilada... Siento que una mezcla de rabia y tristeza comienza a invadirme.
Me disculpo con el busto - Disculpe, Señor Gurión, debo continuar mi camino- que sigue mirándome sin pronunciar palabra.
'Cambia la cara, Carmen', me digo mientras me acerco al punto de control, 'No eres más que una despreocupada turista en busca de un poco de sol en Haifa. Ahí están los de seguridad. Sonríe, pero tampoco te pases'.
Comprobación del pasaporte, las preguntas de rigor.
'Sigue sonriendo, vamos, vamos, ¡lo estás consiguiendo!'
El sello se acerca a la hoja para dejar su estampa. ¡Conseguido!
Digo un 'Thank you' sonriente mientras recojo mi pasaporte y ahora pienso en el siguiente paso: 'veamos, Carmen, ya sólo te queda coger el taxi hasta Jerusalén, luego el minibús nº18 hasta Ramallah pasando por el checkpoint de Qalandia; luego un autobús hasta Huwwara, pasando por los cuatro puestos de control que hay en la carretera, bajarte y pasar andando por el camino entre las vallas, coger un taxi ya al otro lado del checkpoint último y estás en Nablus. ¡Ya no te queda nada!'