Me gustaría que las cosas no fueran como son o, más bien, me gustaría que fuéramos capaces de entenderlas y abordarlas en toda su complejidad.
Este no es un tema fácil, pero ¿cuál lo es?.
Sé que hay gente que lee el blog, aunque no sé exactamente quiénes son –quiénes sois- y me gustaría aclarar un par de cosas para poder seguir escribiendo sin problemas.
Palestina pasó de ser un territorio perdido de la mano de Dios, a ser una de mis preocupaciones fundamentales a medida que me iba informando más y más sobre el tema, hasta el punto en que decidí que ya era hora de ir allí y verlo con mis propios ojos. Siempre he pensado que es muy fácil –y también bastante injusto- ver las cosas desde la barrera y sentar cátedra con las opiniones que uno tiene, mientras su real trasero está a buen recaudo en el sofá de su casa. Además, ¿somos realmente capaces de entender una situación hasta que no la sufrimos en la propia piel?. Así que allí me planté un 12 de julio de 2006, con una mochila de campamento a los hombros, la excitación de estar adentrándome en un sueño y la firme convicción de que la armonía y la paz eran posibles.
No he escrito todo lo que vi, aprendí y viví allí; quizás por falta de tiempo, o quizás porque hay cosas que no sé cómo escribirlas; ni siquiera si es conveniente hacerlo.
Volví a España, bajé después a Marruecos y regresé de nuevo a Madrid. La vida había dado un vuelco.
Sí, tenéis razón: es lo que siempre se dice, pero no por eso era menos cierto. Me encontraba de vuelta, echando de menos a mis compañeros, recordando situaciones y sobre todo sintiendo una necesidad enorme de contarle al mundo lo que allí pasaba. ¿Problema? Que nadie parecía estar dispuesto a escuchar… o al menos no demasiados. Era (es) frustrante.
Desde entonces he conocido a gente de los más diversos tipos, aunque no sea una persona que tiene muchos contactos en realidad. Pero bueno, una lee, se informa, pregunta y escucha lo que le tienen que decir; ya sabéis: esas cosas que uno hace cuando le interesa saber, comprender algo.
Y, entre unas cosas y otras, he llegado a varias "conclusiones" (y lo pongo entre comillas porque lo de "conclusiones" tiene un cierto aire a definitivo que, desde luego, mis pensamientos no poseen: todo es mutable) que no han hecho más que enredar mis ya de por sí bien enredados conflictos éticos-personales-morales conmigo misma sobre el asunto.
A saber:
- que no todo el mundo que levanta el puño y dice ser partidario de sus hermanos palestinos es realmente merecedor de ese nombre, ni sabe de lo que habla
- que Palestina está de moda y muchos gustan más de llevar pancartas sobre la cabeza (eh! que yo apoyo a los palestinos, oye) que argumentos que justifiquen su posición
- que todavía no sé, independientemente de mi actitud personal en la actualidad hacia el tema, si hay que tomar partido por uno de los dos bandos o simplemente, como dice Amos Oz, dejarse de bandos y ponerse del lado de la paz
- que la gente mezcla churras con merinas y todo lo judío lo identifica con israelí y todo lo israelí con lo puramente judío y termina haciendo comentarios de corte antisemita que no tienen ni pies ni cabeza
- que no estoy dispuesta a que me identifiquen con ciertas corrientes de acción/pensamiento cuyo objetivo principal es descalificar, sin más, todo lo que suene a judío y/o israelí
- que empieza a no gustarme eso de ser pro-nada; quizás, como decía la novela, la clave esté en ser más pro-hombre (o dicho en clave de igualdad: más pro-ser humano)
- que me he dado cuenta de que el equilibrio no existe; la justicia, tampoco. Es doloroso de llevar; no sé si se puede cambiar y me entristece pensar a veces que quizá sería mejor acostumbrarse y dejarlo estar
- que me asusta sinceramente el solo hecho de pensar que lo que yo he escrito en este blog alguna vez pueda haber servido más para atizar el odio que para ayudar a comprender una situación
- que me gusta la gente que juzga a la gente por cómo son, no por el lugar del que vienen o la religión que tienen; la gente que es justa en medio de la injusticia y no generaliza ni con sus enemigos
- que me toca las narices que venga un listo cualquiera, léase Bin Laden, por ejemplo, y salga en las portadas de todos los periódicos diciendo que va a conseguir que Israel deje de celebrar su 60 aniversario borrándolo del mapa. Sí señor, muy inteligente por su parte: pura pedagogía, vamos
- que a veces me replanteo a quién estoy apoyando y por qué, y me hace falta ver a la gente sencilla, en su día a día, para comprender por qué sigo haciéndolo y creyendo en ello
- que siempre es más fácil tener una visión simplista del asunto, que divida todo en buenos y malos, y nosotros quedarnos con una aureola sobre la cabeza porque, por supuesto, apoyamos a los buenos
- que para ser justos, independientemente de la posición que tomemos al final (siempre y cuando no hagamos caso a Amos Oz) deberíamos ver primero, o al tiempo, ambos lados
- que por mucho que nos empeñemos, no somos tan diferentes unos de otros y hay más cosas en común de las que sabemos… o querríamos saber
- que siempre hay algo que aprender hasta de quien menos te lo esperas
- que muchas veces los sentimientos gobiernan la acción, pero hay que saber digerirlos para seguir siendo coherentes con nosotros mismos y con los demás
- que he salido, y no me da la gana volver a entrar, en el juego de lealtades: pienso lo que pienso y punto; tengo los amigos que tengo y punto. Los que cuestionan mi ‘lealtad’ a Palestina por tener un amigo israelí o escuchar una nana en hebreo, me tocan las narices; también los israelíes o pro-israelíes que deciden juzgarme sabiendo sólo de mí que he estado en unos campos de trabajo en Palestina, sin ni siquiera escucharme ni tratar de comprender por qué pienso lo que pienso y por qué tomo la posición que tomo ante el asunto
- que siempre es más fácil juzgar y odiar al otro cuando no tiene cara, cuando no es más que otro número en medio de una marea de números que marca los millones de personas que habitan un lugar
- que siempre solemos pensar que la posición de la que disfruta el otro es más sencilla, más cómoda y, también siempre, o al menos de forma bastante habitual, nos equivocamos
- que hay conflictos sin solución en este mundo y creo que nos ha tocado uno de ellos. Sueño con la paz, pero la actualidad sólo me trae malos augurios
- que, a pesar de todo, hay cosas que aún siguen mereciendo la pena, aunque no cambien el panorama global; cosas sencillas, cotidianas, mucho más humanas que todas aquellas que se tratan en las altas esferas. Muchas veces no se trata tanto de una división entre israelíes y palestinos, sino entre el pueblo y la élite que lo gobierna; entre la gente de bien, sean del lado que sean, y la gente que se empeña en joder la vida a los demás
Así que, resumiendo:
- no, no odio a los judíos (y me parece bastante estúpido hacerlo)
- no, no apoyo la destrucción del Estado de Israel ( y sí, apoyo la creación, ¡de una vez!, de un Estado Palestino, aunque creo que opto más por un único estado laico que por la solución binacional. Este tema, largo y tendido, para otro post)
- sí, me encantaría conocer el punto de vista de los israelíes más en profundidad
- no, no creo que una solución armada del conflicto, en ninguna de sus vertientes, sea la solución
- no, no creo que el diálogo, si se utiliza como hasta ahora, dé fruto ninguno
- sí, tengo mis serias dudas de que esto algún día acabe
- sí, tengo esperanza en la educación de las futuras generaciones; esperanza en que sean más inteligentes que nosotros a la hora de afrontar el conflicto (y mira que es difícil sobre todo cuando son ellos los implicados)
- sí, espero de corazón que seamos capaces de reconocernos como seres humanos antes que como cualquier otra cosa
- no, no creo que apoyar a Palestina signifique tener que hacerlo con los ojos cerrados, acríticamente
Pero lo más importante de todo, para mí al menos, es saber, y dejar claro, que todo lo que he dicho no está escrito con la intención de ser una verdad absoluta e inamovible; las ideas van evolucionando de acuerdo con los conocimientos que se van adquiriendo y con la experiencia.
No pretendo ser cabeza de nada, ni agradar a todo el mundo y lo siento mucho si después de leer esto alguien piensa que no soy más que una falsa, poco amante de Palestina, a la que no merece la pena seguir leyendo PERO, como dice Jalil Yibran:
“Quiero saber si puedes desilusionar a otros
por ser sincero contigo mismo,
si puedes resistir la acusación de traición
y no traicionar a tu propia alma”
Pues lo dicho. Esto es lo que pienso. Esto es lo que soy.
Si has llegado hasta aquí, gracias por la constancia.
Cualquier comentario es bienvenido.
05/06/2008