viernes, 2 de noviembre de 2007

Fe

Me debato entre escuchar a Outlandish -Look into my eyes- o retomar a Amos Oz donde lo dejé anteayer.

Con mi estado de ánimo, la canción es peligrosa: te hace sentir la rabia de la ocupación y me trae demasiados recuerdos; no quiero llorar en el tren. El libro también lo es: están en plena reunión de la ONU, un 29 de noviembre de hace ya muchos años, votando para decidir si se crea o no un Estado judío en Palestina; no me veo leyendo sobre la alegría de los miles de judíos que por fin consiguieron lo que durante tanto tiempo esperaron. Hoy no.

Así que me dedico a mirar por la ventana y a pensar, a ratos en Abed, a ratos en lo que le voy a contestar a mi abuela cuando me pregunte algo así como 'Hija, ¿¡y cómo es que has venido!?'.

El paisaje sigue pasando rápido, a mi lado, de camino a Atocha.

¿Por qué he venido? Porque han matado a un amigo y, dadas las circunstancias, sólo me queda rezar, llorar o coger un M16. No me veo pegando tiros y ya he llorado, ¿qué es lo que me queda?.

Estando allí, en la iglesia, me sentía en parte como una extraña, ajena a todo ese mundo. Cuando unas cuantas manos se dirigieron a mí con el consabido 'la paz sea contigo' no pude evitar llorar. ¿Paz? ¿qué paz?. Cuanto más lo pienso, menos entiendo que lo llamen Tierra Santa. ¿O es que acaso la sangre derramada santifica el lugar que la absorbe?. Si de verdad Dios existe, debe de sentir, como mínimo, vergüenza.

En un momento determinado recordé a los dos soldados israelíes que también murieron durante esos días. ¿Querrían estar ahí? ¿Sabían lo que hacían? ¿Y sus familias?

Para ellos, Abed era un terrorista y para mí, ellos no eran más que la cara visible de la ocupación y la muerte en Palestina.

La misa estaba acabando y yo seguía pensando en Tierra Santa, en Abed, en el cura que hablaba sobre Jesús, en Jesús, en los dos soldados muertos, en las familias de unos y de otros, en mis amigos de Ramallah y Nablus, en por qué la gente besa los pies de una estatua, en qué hacía yo allí, en 'no llores, no llores: aquí no'.

Haciendo caso omiso de esos verdaderos creyentes que poseen la verdad absoluta y que mantienen que la oración sólo es válida para los que comparten tu misma fe, recé por unos y por otros, para que todo esto se acabe ya.

¿Quién sabe? Mientras nosotros seguimos en esta tierra echándonos los trastos a la cabeza, quizás ellos, allá arriba, se entiendan mejor de lo que jamás lo hicieron aquí abajo.



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