Cuando llegué ayer a casa de mis padres, mi padre me dio la noticia: Israel va a atacar Gaza de nuevo.
- ¿Por qué?, pregunté.
- Por lo visto los de Hamás siguen tirando cohetes. Es que... también... ya les vale, ¿tienen que seguir haciéndolo?
Me encogí de hombros. Últimamente no estoy tan al tanto de "quién-dispara-qué-y-cuándo" como para aventurarme a dar explicaciones o intentar culpabilizar a alguien. Además, yo tampoco termino de entender la táctica, sinceramente.
- ¿Y sobre Gilad? ¿Han dicho algo? - Lleva semanas a punto de ser liberado.
- ¿Quién? ¿El que cumple 1.000 días?
- Sí -. Me sorprendió que mi padre supiera quién era y pensé en la influencia de la televisión y en las palabras de Jonathan: "Todo el mundo habla de Gilad, ¿pero quién se acuerda en Israel del centenar de israelíes que murió en Líbano?".
- Nada, no le sueltan. Por lo visto, los de Hamas quieren que Israel libere a cambio unos terroristas y el gobierno no está dispuesto.
Estos días ando un poco desconectada, pero ayer mismo hablaba con Jonathan sobre este chico: se ha convertido en un símbolo, en algo que se utiliza. Hay manifestaciones, protestas, carteles y pancartas, programas de radio y primeras páginas de prensa todos los días.
Cuando una persona se convierte en una imagen, miedo me da. Porque al final nadie se preocupa realmente por la persona, nadie se pone a mirar lo que ella o su familia, amigos, puedan sentir: no acaba siendo más que una cara para pegar en algún lado, o para ondear sobre una marea humana mientras, a gritos, se exige algo o se hace una declaración de intenciones.
- Por aquí todo parece estar teñido de un sentido romántico de la muerte.
- ¿Por aquí=en Israel?
- Sí, ¿dónde si no?
Recordé las odas a los mártires y los carteles de los caídos, pegados en las paredes de Nablus.
- Creí que te referías a la región en general.
Pensé en el poema de Darwish Cuando los mártires se van a dormir que colgué en el blog cuando mataron a Abed.
Parece que en Israel los mártires y los símbolos también abundan.