miércoles, 25 de junio de 2008

La voz del poeta


Empecé a hojear el librito de ejercicios para practicar la lectura; estoy lejos de saber lo suficiente como para traducir un texto en árabe que vaya más allá de 'El chico es alto' o 'Esta es mi casa'. Y resultó que entre un montón de párrafos llenos de nun, ya y waw me encontré con una perla de sabiduría libanesa: Jalil Yibran (o Khalil Gibran, según la transcripción inglesa).

Dicen que los cuentos, las novelas, los poemas, hablan directamente a quien los lee. Yo escucho susurros de Palestina e Israel en éste.


Me conmuevo por mi país, por su belleza, y amo a los habitantes de mi país, por su desgracia. Pero si mi pueblo se pusiera en movimiento empujado por lo que se llama patriotismo y marchase contra un país vecino, y se apoderaran de sus riquezas, y mataran a sus hombres, y dejasen huérfanos a sus niños y viudas a sus mujeres, y regasen su tierra con las lágrimas de sus hijos, y hartasen a sus fieras con la carne de sus jóvenes, yo odiaría entonces a mi país y a los habitantes de mi país.

Canto alabanzas al recuerdo de mi tierra natal y añoro la casa en la que fui educado, pero si un viandante pasara y pidiese refugio en esa casa y comida a los que en ella viven, y no se le atendiera y fuese rechazado, cambiaría mi alabanza en elegía y mi añoranza en indiferencia, y me diría a mí mismo: “la casa que no ofrece pan a quien lo necesita ni cama a quien la pide, es la casa más merecedora de destrucción y ruina”.

Amo mi tierra natal como parte del amor que siento por mi región, y a ésta como parte del amor que siento por mi país. Amo a la tierra en su totalidad por ser el solar de la Humanidad, el espíritu de la divinidad en la tierra, la sagrada humanidad, el espíritu divino en la tierra. Esa humanidad erguida entre las ruinas, la que cubre su figura desnuda con harapos raídos, abundantes lágrimas corriendo por sus mejillas macilentas, llamando a sus hijos con una voz que llena el aire de lamentos y gritos mientras sus hijos se desdentienden de sus lamentos con cantos de fanático tribalismo, que se distraen de sus lágrimas sacando brillo a sus espadas.

Esa humanidad que se sienta solitaria y pide socorro a las gentes, pero ellas no escuchan. Y cuando alguien la oye, la atiende, seca sus lágrimas y la conforta de sus aflicciones, la gente dice: “dejad eso, las lágrimas no deben afectar a los fuertes”.

La humanidad es el espíritu de la divinidad en la tierra. Esa divinidad que va entre los pueblos hablando de amor, indicando las formas de vida, mientras la gente ríe y se burla de sus palabras y de sus enseñanzas. Esa divinidad que el Nazareno escuchó ayer, y le crucificaron; y Sócrates, y le hicieron tomar el veneno. La que hoy oyen los que hablan en nombre de el Nazareno y de Sócrates, y la proclaman abiertamente ante la gente. Y la gente ya no puede matarlos, pero se mofan diciendo: “la irrisión es más cruel y más amarga que la muerte”.

Jerusalén no tuvo poder para matar al Nazareno, pues él vive para siempre. Atenas no pudo eliminar a Sócrates, pues él vive para siempre. Y la mofa no podrá contra los que escuchan a la humanidad ni contra los que siguen los pasos de la divinidad, sino que vivirán para siempre… ¡para siempre!.

Yibran Jalil Yibran
(De ‘Lágrimas y sonrisas’)



2 comentarios:

A. C. dijo...

Veo que has vuelto a Palestina. Muchos besos y mucha suerte.

...y volverán dijo...

Estuve en Birzeit (Ramallah) el verano pasado y ya estoy contando los días para volver a finales de este mes.

Andaré unas tres semanas por aquellas tierras si todo sale bien.

Besos para ti también y si te animas, ya sabes.