domingo, 14 de diciembre de 2008

¡Se armó el Belén!


Después de semanas intentando evitar a toda costa los Belenes, al final me he tenido que dar por vencida.

Ya es un tópico eso de "cada año empezamos antes a poner las luces en las calles, los villancicos en los supermercados y los anuncios de juguetes, perfumes y cava en la televisión". Nos gusta repetirnos; es como aquello de "como este verano de calor, ninguno, eh?".

Yo, como cada año también, he procurado pasarlo por alto. Para empezar, no sé qué tiene que ver todo lo que hacemos con lo que Jesús predicó. Una no es entendida en el tema, pero tengo un par de intuiciones a las que he decidido escuchar y no, no encuentro relación alguna entre lo que fue y lo que es. Ya ni siquiera las misas por televisión, que siempre me han hecho sentir culpable por cambiar de canal, me impresionan. Lo he comprobado esta mañana.

Además, poner el Belén es una tradición con cierta solera y a mí ver tanto personajillo vestido de pastor me hace sentir nostalgia. Desde que leí el libro Palestinos de Lola Bañón, cada año, por estas fechas, me imagino las luces en la plaza de Manger (Mahd), con la mezquita de Omar Ibn Jattab iluminada, a un lado, y la Basílica de la Natividad, al otro.

Ahora que parece que el turismo vuelve tímidamente a afluir en la región (en Belén y, si acaso, Hebrón. Fuera de los sitios Bíblicos, rara gente se aventura a entrar) quizá ya no sea lo mismo y las personas determinadas a peregrinar como sea por la tierra de Jesús cambien el paisaje con su cámara de fotos en mano, la cruz colgada al cuello.

Yo, pobre de mí, me tengo que conformar con ver la exposición de Belenes que inunda Madrid, y con las imágenes, en terciopelo y tela, que del Niño Jesús cuelgan desde las ventanas de muchos de mis vecinos.

El miércoles, en el trabajo, uno de los niños, marroquí, decidió que Jesús estaba un poco solo y cambió las figuras de forma que el recién nacido terminó entre los brazos de su madre. "Es que, profe, es mejor así, el niño está mejor abrazado". No le faltaba razón.

Esa noche, cuando llegué a casa de mis padres, vi a mi madre y a mi hermana buscando las figuritas del Belén. El viernes entré en el salón y pillé a mi padre y a mi madre en plena pelea con las luces del árbol: que si estas no van, que si desenreda eso, que como me cabree van todas a la basura... En fin, lo típico por estas fechas. Al final lo consiguieron, no sin cierto esfuerzo, y teniendo que renunciar, además, a hacer que el juego completo funcionara.

¿Pusiste por fin el Belén en tu casa?- me preguntaron- Aún no... esta noche... o mañana- contesté.

Al final ha sido hoy, domingo, cuando lo he terminado de colocar. Es un Belén a medida, tamaño mini, para los que vivimos en un piso de cuarenta y pocos metros cuadrados.

Eso sí, no tiene nada que envidiar a los otros, y, para darle más realismo, le he puesto un murito... ¿Qué sería de Belén sin el muro?



¡¡Que los Reyes Magos no tropiecen con él y nos traigan muchas cositas!!

Y nosotros, mientras tanto, a pensar en ello. Es lo mínimo, ¿no?.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Que original! ja,ja,ja,eres unica!
lo del muro merece mencion aparte,
me recuerda al de Berlin(el muro de la verguenza)podria hablar largo y tendido,pero hoy solo desear que los reyeñes magos sean piadosos con nosotros y benebolentes,(que muchos se merencen carbon)mu chulo preciosa muak!!