miércoles, 20 de septiembre de 2006

Palabras más, palabras menos

Hay palabras que, a fuerza de tanto repetirlas, se convierten en verdad, y otras que, a causa de esa misma repetición, pierden su sentido.

Claro que también hay palabras que ni una cosa ni la otra: simplemente están ahí, flotando en el vacío.

El problema de este mundo en que vivimos es que las palabras lo controlan todo, hasta el punto de ser capaces de cambiar realidades. Por ejemplo: una invasión pasa a llamarse escaramuza y así un país puede mantener ilegalmente a sus tropas dentro de las fronteras de otro sin que nosotros le demos mayor importancia: total, una escaramuza es una tontería... Los civiles dejan de ser civiles para pasar a ser supuestos: supuestos terroristas, supuestos militantes, supuestos activistas; y los bombardeos indiscriminados sobre la población, al igual que la demolición de edificios públicos o casas particulares, no son sino operaciones de defensa.

Lo malo es que las palabras que se utilizan para combatir las injusticias se apilan en montones y montones de papeles, eso sí, bien ordenados según el número de resolución, hasta que ya nadie se acuerda de su significado ni se pregunta para qué deberían servir.

Luego están esas otras palabras, a las que les cuesta tanto salir ante la barbarie que tienen que describir, esas que uno nunca sabe cómo escoger para conseguir que otros sientan, sin haberlo vivido, lo que uno ha sentido y vivido: el miedo, la incertidumbre, la injusticia, la sensación de abandono, la ilusión destrozada a base de tanto esperar, los sueños rotos. Esas palabras a las que nunca nadie presta atención ni da credibilidad.

Y el mundo sigue dando vueltas y vueltas (aunque algunos todavía creerán que es el sol el que gira a nuestro alrededor) enredado en tanta retórica vacía de contenido que se entretiene en grandes discursos mientras, en la vida real, la gente vive y muere en medio del más absoluto olvido, de la más absoluta desolación.


1 comentario:

A. C. dijo...

Es más optimista ver en las palabras una especie de fermento: una pasta de usos bastardos que con la podredumbre destila, sin que percibamos el proceso, su verdadero significado, su paulatina esencia.