- ‘Perdona por no haber venido esta tarde’, me dice Shamej.
- ‘No pasa nada, hombre, ¿la universidad?’, le pregunto yo, relacionando los exámenes que estaban teniendo esos días con su ausencia en el campo de trabajo.
- ‘No... en realidad he estado en el hospital. Han disparado a mi primo. Ellos han disparado a mi primo’.
Me quedo a cuadros.
¿Que le han disparado?, ¿Cuándo, dónde?, ¡¿Cómo está!?.
Me dice que no pasa nada, que su primo ya está bien: cojeando, pero en casa; le dispararon en la pierna.
Es curiosa la cantidad de balas que se escapan.
¿Será que ellas también se cansan de tanto control y deciden salir a dar una vuelta, aun sin el permiso expreso de sus dueños?
- ‘No pasa nada, hombre, ¿la universidad?’, le pregunto yo, relacionando los exámenes que estaban teniendo esos días con su ausencia en el campo de trabajo.
- ‘No... en realidad he estado en el hospital. Han disparado a mi primo. Ellos han disparado a mi primo’.
Me quedo a cuadros.
¿Que le han disparado?, ¿Cuándo, dónde?, ¡¿Cómo está!?.
Me dice que no pasa nada, que su primo ya está bien: cojeando, pero en casa; le dispararon en la pierna.
Es curiosa la cantidad de balas que se escapan.
¿Será que ellas también se cansan de tanto control y deciden salir a dar una vuelta, aun sin el permiso expreso de sus dueños?
Estas balas rebeldes...
2 comentarios:
el problema no son las balas, sino kien las dispara...komo es posible ke no les duela balear a su prójimo...eske ya estos guerrilleros o soldados han perdido hasta la sensibilidad, ke vergüenza!!! resistan,ustedes pueden!!!
El problema son tanto las balas como los que accionan el gatillo, el problema está tanto en los asesinos como en el resto del mundo que mira a otro lado. Es cómodo quejarse desde la grada de un espectáculo dantesco... como en un circo romano.
Amazigh
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