jueves, 22 de mayo de 2008

La memoria

Compré El País, lo reconozco, por si tenían pensado deleitarnos con algún especial sobre Israel, sobre Palestina, o sobre ambos a la vez.

En cuanto el quiosquero me da el suplemento, veo que ha sido una equivocación gastarme los dos euros (y veinte céntimos): en portada sale un dibujo de la princesa Letizia que, no sé por qué, me recuerda a aquella imagen de Jesucristo que siempre se estudia en Historia del Arte y que dice eso de 'Ego sum lux mundi'.

A pesar de mi decepción inicial, de camino al trabajo en el tren, empiezo a hojear la revistilla. ¿Quién sabe? Quizá ocurra como aquella vez en que no esperaba encontrar nada mínimamente interesante y me terimé topando con Amoz Oz.

Para consolarme, comienzo con la sección de correo: siempre hay quien confiesa desayunar tranquilamente el domingo por la mañana mientras lee el periódico y yo, que no puedo hacerlo y me da una envidia tremenda, al menos disfruto imaginándome la escena.

Hay una carta titulada 'El testimonio de Rutka'. Por lo visto fue una adolescente que tuvo la desgracia de terminar en un campo de concentración nazi. El autor nos dice: "La terrible historia de Laskier (Rutka Laskier) nos da mucho que pensar, pero sobre todo evidencia una cosa: la necesidad y el deber de recordar. ¡Cuántas veces habrá de cometer el ser humano las mismas atrocidades! Por eso, un testimonio como el de Rutka es necesario, vital, testigo de lo que nunca más debe volver a suceder".

Justo en la columna de al lado, aparece otra carta, ésta con el título "En el sitio equivocado", que nos dice: "Resulta casi imposible asimilar la tragedia y la barbarie que se desprenden de los relatos de Rutka Laskier. El Holocausto, además de un hecho histórico de gran importancia, ofrece una lección moral en la que el ser humano debe ser capaz de entender las atrocidades que puede llegar a cometer.

Aunque difícilmente se pueda repetir un episodio tan lamentable, no deberíamos ignorar otros 'males menores'. Puede que en un futuro no muy lejano aparezcan diarios de adolescentes palestinas, de Yabalia o Nablús, describiendo la muerte de seres queridos, el hambre, la humillación y la falta de libertad, y cuyo único error, al igual que el de Rutka, haya sido vivir en el momento y el lugar equivocados".

Tenía un amigo que decía que 'hay cosas que no se tocan, y no se tocan. El Holocausto es una de ellas'.

Supongo que habría quien pondría el grito en el cielo si leyese este post al atribuirme, seguramente, la intención de comparar situaciones.

Ni comparo, ni dejo de comparar. Las injusticias son injusticias en todo momento y lugar. El problema es que, por lo general, depende de nosotros, simples sereres humanos, reconocerlas como tales o relegarlas al olvido en aras una verdad, una moral o una justicia superiores.

Ojalá tenga razón Illan Pappe cuando dice que ninguna injusticia, ninguna, queda impune.




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