jueves, 4 de octubre de 2007

Cabreo

El otro día me propuse escribir sobre Hebrón pero, como habréis podido comprobar, no lo hice.

Comencé en mi cuaderno, ese que me llevo a -casi- todas partes y lo primero que escribí fue 'Aún hoy no me acostumbro a pasar por un checkpoint', pero, ahora mismo, cuando por fin me he decidido a escribir sobre ello, he caído en la cuenta de pararme a pensar por qué debería hacerlo, ¿por qué debería acostumbrarme? Eso sólo haría que pasara a ser normal para mí una situación que en absoluto lo es; no creo que pueda serlo para alguien en su sano juicio.

La situación en Hebrón es de locura. No voy a contar aquí historias de tiros y bombas, pero es que ¿acaso las necesitamos? La gente habla mucho de las explosiones y poco de los sentimientos, de forma que si a uno no le vuelan la cabeza, no es noticia. Tienes que salir desangrándote, junto a tu hijo recién muerto -asesinado- para que el mundo te preste un poco de atención y sea capaz de llegar a decir '¡Vaya mierda de vida!', que es en lo que acaban la mayor parte de nuestras intervenciones cuando nos creemos en posición de opinar.

Estoy harta, harta, de que se olvide a los palestinos sistemáticamente. Y sí: se les olvida, no me digan que no. Mucha gente me dice que eso no es cierto, otros incluso me dicen que los medios de comunicación españoles son ¡pro-palestinos!. ¿No les olvidamos? ¿Estamos seguros? ¿Quién me puede decir que se paró a pensar en qué le pasa por la cabeza a un estudiante de segundo de carrera? Seguramente no se paró a pensar en él porque en vez de bombas adosadas al cuerpo, llevaba una mochila con libros a la espalda. ¿Quién entiende la angustia de una madre cuando su hijo llega diez minutos más tarde de lo habitual del colegio? pocos... porque sólo vemos a las madres que afirman delante de la cámara (y repito: delante) estar dispuestas a parir y a sacrificar a sus hijos por el bien de la causa. ¿Quién piensa en los niños sin parques para jugar? díganme... Si no sales cubierto de mocos y harapos, no existes.

Señores, la ocupación israelí es cruel con ellos, pero ¿no lo somos nosotros más, en cierta medida? Nos gusta la sangre, la necesitamos para sentir compasión. Olvídense: lo que los palestinos necesitan no es nuestra caridad barata.

Sólo el día en que nos preocupemos por conocerlos, por tratarles de tú a tú dejando el distanciamiento de seguridad a un lado, podremos llegar a entenderlos. Aquí sobran los tópicos.


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