martes, 9 de octubre de 2007

Percepciones

"El soldado se aproxima despacio. Ese caminar lento de los militares envía un mensaje: el tiempo es nuestro, tu vida es nuestra, tu prisa, el polvillo que levantan mis botas al pisar el suelo".

Pasar por un puesto de control es como poner tu vida en manos de otros: Teresa Aranguren no lo podría haber descrito mejor en este párrafo robado-prestado que os copio.

Ellos son los que deciden quién pasa y quién no; los que se ríen de ti mientras te apuntan si les entra la neura y los que te preguntan si eres del Barça o del Madrid cuando pretenden ser amables. Los que les dicen a tus compañeros que cierren el pico si quieren volver a casa, mientras los tienen contra una pared, y los que te preguntan si eres un terrorista cuando, de repente, se sienten graciosos y pretenden, además, que tú te rías con ellos por su ocurrencia.

He intentado ver el lado humano, lo juro, lo he intentado. Pero resulta bastante difícil hacerlo cuando tu cuerpo está encerrado en un pasillo de apenas un metro de ancho, cercado por vallas a ambos lados, con dos torniquetes -uno delante, otro detrás-, un detector de metales y una garita desde la que el soldado te grita órdenes en inglés, si tienes suerte de que no sólo pueda, o quiera, hablar hebreo; estando rodeado además, cómo no, de una muchedumbre que, como tú, atascada espera pasar al otro lado.

"La espera es el pulso imperceptible de la ocupación. Una forma de vida o de aplazar la vida", vuelve a decir Aranguren. Qué razón tiene...


Primer checkpoint en el camino a la mezquita de Ibrahim, en Hebrón (Al Khalil)

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