domingo, 13 de julio de 2008

El muro y Belén

Belén. Verano 2006.



06.07.2008 Belén

Me siento asfixiada. Desde que llegué he estado escuchando a la gente decir que vivir aquí es como estar en una prisión, en una jaula para animales. Una semana después de mi llegada estoy empezando a entender a qué se referían.

Belén está cercado por el muro, también conocido como valla de seguridad. Os puedo asegurar que esto no es una valla tal y como nosotros entendemos el término. Esta valla alcanza los 8 metros de altura en algunos puntos y está construída a base de sólidos bloques puestos en línea, uno tras otro. Cada 200 metros hay una torre de vigilancia. Esas torres sobrepasan incluso los 8 metros y tienen una sala circular en lo alto, cuyas paredes son cristales a través de los cuales se puede mirar hacia cualquier punto. Normalmente se puede ver a los soldados israelíes sentados, observando. En otras zonas, el muro está reforzado por una alambrada de púas para una seguridad adicional.

Israel asegura que el muro es una medida temporal, pero desde luego no lo parece. Está principalmente construído sobre tierra palestina y no sigue la Línea Verde como en realidad debería hacer. El perímetro de la Línea Verde es de 320km, pero se prevee que el muro supere los 750 km para cuando se haya terminado de construir. Ese es el resultado del trazado del muro que serpentea a lo largo de toda la Línea Verde, de forma que se adentra en los territorios palestinos para conseguir que los asentamientos ilegales israelíes queden situados fuera de Palestina, con la consiguiente anexión de esas tierras por el Estado de Israel.

En Belén el muro se puede ver prácticamente allá donde mires. Hay dos puestos de control dentro y fuera. Si eres palestino residente en Cisjordania, automáticamente tu paso está restringido a uno de ellos. Si eres palestino con una tarjeta de identificación de Israel o Jerusalén, entonces puedes usar ambos. Así que la mayoría de la gente aquí sólo puede entrar y salir por un único punto, siempre y cuando hayan obtenido previamente los permisos requeridos (necesarios siempre que quieran entrar en Israel, Jerusalén o cualquier otro lugar fuera de Cisjordania). Los trámites pueden llevar varios días, siendo la mayor parte de las veces denegados los permisos sin dar razón alguna.

Una de las mujeres me ha enseñado su jardín y el muro. El muro ha sido construído dentro de la tierra que pertenece a su familia, junto a la casa. Ya no pueden llegar a sus terrenos porque éstos han quedado al otro lado del muro y ahora pertenecen a Israel. ¿Acaso se les preguntó? No. ¿Se les ofreció algún tipo de compensación? No. ¿Qué pueden hacer? Nada. Y este no es el único caso de este tipo aquí.

Más abajo hay una carretera, una carretera principal de doble sentido, que puedo ver desde la ventana de mi dormitorio. Me han dicho que se llama carretera 60. De nuevo, ésta serpentea por Beit Jala (Belén tiene tres áreas principales: Belén, Beit Jala y Beit Sahour). Está construída sobre suelo palestino y atraviesa pueblos palestinos, pero a los palestinos no se les permite utilizarla: es para uso exclusivo de los israelíes.

La vida aquí resulta difícil en todos los sentidos. La semana pasada una compañera fue con un grupo de niños ciegos de la escuela de excursión a Tiberíades. Tenían permiso para salir por el puesto de control de Gilo, pero no les permitieron hacerlo. ¿Quizás esos niños ciegos eran una amenaza para la seguridad de Israel? Al final se les permitió pasar por el otro puesto de control. Con hechos así, uno sólo puede suponer que lo que se pretende es causar molestias y retrasos, humillar y menospreciar aún más si cabe a esta gente.


Belén. Verano 2006.




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