08.07.2008 La tierra
El conflicto aquí es por la tierra... y siempre lo ha sido. Anoche uno de mis compañeros nos llevó a su tierra, la de su familia; se llama Al Makhor, y ahora queda al otro lado del checkpoint. Es un terreno accidentado, muy bonito, lleno de árboles. El sol se estaba poniendo en el valle cuando llegamos. Al mirar a la izquierda y alzar la vista, se pueden ver los los feos bloques grises de hormigón que forman el muro en el horizonte, y mirar más a lo lejos tan sólo se puede ver, con dificultad, la copa de los árboles sobre el muro. En realidad, este es un muro separa tierra palestina de tierra palestina.
“Quiero venir y vivir aquí”, me dijo mi compañero.
El conflicto aquí es por la tierra... y siempre lo ha sido. Anoche uno de mis compañeros nos llevó a su tierra, la de su familia; se llama Al Makhor, y ahora queda al otro lado del checkpoint. Es un terreno accidentado, muy bonito, lleno de árboles. El sol se estaba poniendo en el valle cuando llegamos. Al mirar a la izquierda y alzar la vista, se pueden ver los los feos bloques grises de hormigón que forman el muro en el horizonte, y mirar más a lo lejos tan sólo se puede ver, con dificultad, la copa de los árboles sobre el muro. En realidad, este es un muro separa tierra palestina de tierra palestina.
“Quiero venir y vivir aquí”, me dijo mi compañero.
“¿Por qué? Sólo son montañas… y nada más!.
“Pero es bonito… y es mi tierra”.
Sí, estaba de acuerdo. El lugar era ciertamente pinturesco; podías sentir la brisa en la nuca, ver los olivos recorrer el paisaje; había un pastor con sus animales, en la distancia y el sol estaba poniéndose entre dos montañas, creando un precioso cielo naranja. Todo estaba en silencio. A lo lejos, hacia la izquierda, se podía ver la carretera 60 – la carretera por la que sólo a los israelíes se les permite conducir.
“Si no vivo aquí, pronto formará parte de Israel…”. Y por mi mente pasó la idea de que incluso si él viviese allí, probablemente se convertiría en tierra israelí de todas formas. Mirando hacia arriba, hacia el muro que hoy separa tierra palestina de tierra palestina, se ve claramente que un día separará tierra palestina de tierra que se habrá convertido en tierra del Estado de Israel. Quizá otro asentamiento será construído.
El padre de mi compañero estaba con nosotros y me mostró una habitación hecha de grandes piezas de mármol blanco. Dentro el aire era más frío y había poca luz. El lugar tiene una terraza que termina en forma de domo, hecha de pidras. La habitación, de forma circular, apenas tenía cuatro metros de diámetro, y albergaba un hornillo de gas y una cama. Junto a la varandilla, había una terraza provisional con tejado de chapa y debajo unos sofás en los que poder sentarse, con un hueco en la pared pensado para albergar una ventana. Eso era todo.
“No podemos construir aquí; esta es nuestra tierra y no podemos construir en ella. Necesito un permiso y sé que nunca lo conseguiré”. Con esas palabras aquel hombre respondió a los pensamientos que llevaban un rato en mi cabeza sobre por qué no se había terminado de construír lo que de hecho se había empezado. Miré a la puesta de sol, sin saber qué decirle.
Es odioso el hecho de que un palestino tenga que pedir permiso para construir en su propia tierra; permiso que inevitablemente será denegado y después, en esa misma tierra, un asentamiento será construído.
Sí, estaba de acuerdo. El lugar era ciertamente pinturesco; podías sentir la brisa en la nuca, ver los olivos recorrer el paisaje; había un pastor con sus animales, en la distancia y el sol estaba poniéndose entre dos montañas, creando un precioso cielo naranja. Todo estaba en silencio. A lo lejos, hacia la izquierda, se podía ver la carretera 60 – la carretera por la que sólo a los israelíes se les permite conducir.
“Si no vivo aquí, pronto formará parte de Israel…”. Y por mi mente pasó la idea de que incluso si él viviese allí, probablemente se convertiría en tierra israelí de todas formas. Mirando hacia arriba, hacia el muro que hoy separa tierra palestina de tierra palestina, se ve claramente que un día separará tierra palestina de tierra que se habrá convertido en tierra del Estado de Israel. Quizá otro asentamiento será construído.
El padre de mi compañero estaba con nosotros y me mostró una habitación hecha de grandes piezas de mármol blanco. Dentro el aire era más frío y había poca luz. El lugar tiene una terraza que termina en forma de domo, hecha de pidras. La habitación, de forma circular, apenas tenía cuatro metros de diámetro, y albergaba un hornillo de gas y una cama. Junto a la varandilla, había una terraza provisional con tejado de chapa y debajo unos sofás en los que poder sentarse, con un hueco en la pared pensado para albergar una ventana. Eso era todo.
“No podemos construir aquí; esta es nuestra tierra y no podemos construir en ella. Necesito un permiso y sé que nunca lo conseguiré”. Con esas palabras aquel hombre respondió a los pensamientos que llevaban un rato en mi cabeza sobre por qué no se había terminado de construír lo que de hecho se había empezado. Miré a la puesta de sol, sin saber qué decirle.
Es odioso el hecho de que un palestino tenga que pedir permiso para construir en su propia tierra; permiso que inevitablemente será denegado y después, en esa misma tierra, un asentamiento será construído.
“La ley humanitaria internacinoal prohíbe a la fuerza ocupante transferir ciudadanos de su propio territorio al territorio ocupado (Cuarta convención de Ginebra, artículo 49). Las regulaciones de La Haya prohíben a la fuerza ocupante realizar cambios permanentes en el área ocupada, a menos que sean por necesidades militares, en el sentido estricto del término, o a menos que lo hagan por el beneficio de la población local”
El establecimiento de los asentamientos lleva a la violación de los derechos de los palestinos consagrados en la ley internacional de derechos humanos. Entre otras violaciones, los asentamientos infringen el derecho a la auto-determinación, igualdad, propiedad y adecuado nivel de vida, así como de libertad de movimiento”.
Fuente: Btselem>
Ayer vi un documental en el que un olivar perteneciente a un hombre palestino iba a ser destruído para dejar espacio para la construcción del muro. El hombre respondió a tal acción diciendo: “No voy a dejar esta tierra, esta es mi tierra. Si los israelíes van a destruír los olivos, plantaré otros nuevos. Mi familia y yo no dejaremos esta tierra. Si piensan echar abajo mi casa, viviremos en una tienda de campaña. No dejaremos esta tierra tal y como nuestros padres hicieron en 1948. ¿Cómo es que alguien de Etiopía tiene más derecho a esta tierra que yo?”
Los judíos de Etiopía también son conocidos como Falasha, o Beta Israel. Más de 120.000 judíos etíopes emigraron a Israel en las llamadas Operación Moses (1984) y Operación Solomon (1991). Pudieron hacerlo al amparo de la Ley Israelí del Retorno (1950) que permite a los judíos emigrar a Israel y conseguir la ciudadanía.
Israel afirma que quiere la paz pero con la expasión de los asentamientos (cuyas casas se venden en inmobiliarias en Londres) me pregunto si esa paz será posible. Junto con los asentamientos viene la interminable división del territorio, la separación de vidas, las diferentes carreteras para diferentes etnias… ¿Cómo puedes esperar la paz cuando no puedes vivir en paz con tu vecino, cuando dos pueblos viviendo en el mismo territorio son tratados de forma tan diferente?
El establecimiento de los asentamientos lleva a la violación de los derechos de los palestinos consagrados en la ley internacional de derechos humanos. Entre otras violaciones, los asentamientos infringen el derecho a la auto-determinación, igualdad, propiedad y adecuado nivel de vida, así como de libertad de movimiento”.
Fuente: Btselem>
Ayer vi un documental en el que un olivar perteneciente a un hombre palestino iba a ser destruído para dejar espacio para la construcción del muro. El hombre respondió a tal acción diciendo: “No voy a dejar esta tierra, esta es mi tierra. Si los israelíes van a destruír los olivos, plantaré otros nuevos. Mi familia y yo no dejaremos esta tierra. Si piensan echar abajo mi casa, viviremos en una tienda de campaña. No dejaremos esta tierra tal y como nuestros padres hicieron en 1948. ¿Cómo es que alguien de Etiopía tiene más derecho a esta tierra que yo?”
Los judíos de Etiopía también son conocidos como Falasha, o Beta Israel. Más de 120.000 judíos etíopes emigraron a Israel en las llamadas Operación Moses (1984) y Operación Solomon (1991). Pudieron hacerlo al amparo de la Ley Israelí del Retorno (1950) que permite a los judíos emigrar a Israel y conseguir la ciudadanía.
Israel afirma que quiere la paz pero con la expasión de los asentamientos (cuyas casas se venden en inmobiliarias en Londres) me pregunto si esa paz será posible. Junto con los asentamientos viene la interminable división del territorio, la separación de vidas, las diferentes carreteras para diferentes etnias… ¿Cómo puedes esperar la paz cuando no puedes vivir en paz con tu vecino, cuando dos pueblos viviendo en el mismo territorio son tratados de forma tan diferente?
No hay comentarios:
Publicar un comentario