viernes, 22 de diciembre de 2006

¡ Felices Fiestas ! Con mis mejores deseos...

Navidad, Navidad, dulce Navidad

Llega la Navidad y el Belén ya lleva puesto en mi casa más de dos semanas. Me fui de puente más que nada para tener un poco de paz (o al menos ver la forma de poder conseguirla) y en plena sierra, con temperaturas rondando los cero grados, recibí la llamada de mi hermana: ‘Carmen, Carmen, ¡ya hemos puesto el Belén!’. Sonreí. Recuerdo perfectamente cuando era pequeña y me hacía la misma ilusión. Aquello era toda una tradición familiar, supongo que como en la mayoría de hogares españoles: la abuela, la madre y las hijas colocando figuritas, espumillón y dulces por doquier. Todo en la intimidad de la casa, con el calor de la calefacción arropándonos, y las sonrisas en las caras por las fechas que venían. Cantaríamos villancicos, tocaríamos la pandereta y comeríamos todos juntos, en familia, para celebrar el nacimiento de un niño que nació mucho, mucho, mucho tiempo atrás. Siempre me quedaba mirando el portal, intentando imaginar cómo habría sucedido todo; pero para mí, el Belén en sí mismo era tan antiguo como el nacimiento de Cristo y por eso, supongo, nunca se me ocurrió pensar que la ciudad todavía existiese en nuestros días. Veamos, Belén: una ciudad allá por Oriente… Oriente: Reyes Magos… Reyes Magos: regalos al niño Jesús. Como veis, todo encajaba a la perfección en mi pequeña mente infantil. Incluso ya de mayor tampoco le daba más importancia hasta que un día, no hace tanto, me encontré con una postal navideña en la que Sus Majestades no podían avanzar por culpa del muro. El muro, ¿qué muro? El de defensa para los israelíes, el de la vergüenza (debería) para la Comunidad Internacional, y el de la ocupación, ahogo y humillación para los miles de palestinos que sobreviven a duras penas gracias a su existencia. No me quito de la cabeza el famoso villancico ‘Noche de paz, noche de amor…’. Amor hay, seguro, pero la paz sigue secuestrada en algún lugar. Quizá el problema sea que le ocurre lo mismo que a aquellos Reyes Magos de la postal y no puede escalar el muro para entrar a los territorios palestinos; o que no le dejen pasar a través del inmenso checkpoint; o que los soldados israelíes le den demasiado miedo. Estos días, en Belén, se celebra el nacimiento de Jesús, pero también que los que están allí (algunos, no todos) tienen la suerte de seguir vivos. Y nosotros deberíamos, del mismo modo, celebrarlo con ellos. Cuando coloques una figurita, acuérdate de que esos pastorcillos de ayer son los palestinos de hoy, viviendo bajo la ocupación.
Al fin y al cabo, ¿la Navidad no es también pensar en los demás?

miércoles, 13 de diciembre de 2006

Jamil

Se pasó dos días enteros diciéndome ‘Kiss me, Carmen, kiss me’. Creo que le divertía la cara que ponía mientras le decía ‘la, la, laaaa, don´t say that!’ (No, no, noooo, ¡no digas eso!). Me miraba y se reía. ‘No te enfades’, solía decir, ‘es broma, es broma’. Yo me reía también con él y le decía que estaba loco.

Hacía un calor terrible y seguíamos pintando el mural en la pared. Él daba vueltas, preguntaba si podía ayudar y, de vez en cuando, se llevaba mis gafas de sol. Puede parecer una tontería, pero es realmente complicado pintar sobre una pared completamente blanca a la una del mediodía bajo un sol de justicia: terminas medio ciego.

Terminé por dejar el pincel y la palabra Salam a medio colorear y me senté un rato a la sombra. Al poco volvió él, con mis gafas puestas, y se sentó a mi lado. “¿Estoy guapo? ¿Cómo me quedan? Sura, sura”.

Le hice la foto o, mejor dicho, nos hicieron la foto; con y sin gafas de sol, sentados, de pie, riendo… le encantaba posar.

Terminó el campo de trabajo y desde el día en que nos despedimos, no volví a saber nada de él… hasta hace unos días.

Hay una carretera que baja desde el asentamiento israelí convertido en base militar hasta el campo de refugiados de Askar. Los soldados se pasean a menudo por allí con sus jeeps, demostrando quién manda. Dan vueltas, hacen gala de su prepotencia y esperan a que aparezcan los críos.

Jamil esta vez estaba allí con unos amigos. Comenzaron a tirar piedras contra los vehículos que se paseaban a sus anchas, haciendo caso omiso de las resoluciones de la ONU, por el único pedazo de tierra que los refugiados palestinos pueden considerar como su casa después de haber sido expulsados en 1948 de su verdadero hogar.

Los soldados israelíes, bien protegidos con sus equipos y siempre dentro de sus jeeps, dispararon para defenderse… Y, como suele suceder, una de las balas de defensa fue directa a la cabeza de alguien: esta vez de mi joven amigo.

El cuerpo, demasiado pesado para que sus compañeros, más menudos que él, pudieran llevarlo en volandas, fue medio arrastrado hasta el campo de Askar.

De poco sirvió.

Lo único que me sale decir es ‘Soura, soura!’ (foto, foto!)

¿Dónde están las cámaras del mundo cuando se asesina a un niño palestino?

domingo, 19 de noviembre de 2006

At-Tur: cuando tu tiempo lo controlan otros



“… y por eso conservamos el Texto según nos fue revelado. Los samaritanos creemos que…”.


Era curioso ver la cara de Abo, al que pedimos que nos tradujera del árabe al inglés las palabras del predicador, mientras nos miraba un poco desesperado, comprobando, luego, impaciente la hora en el reloj, sin saber cómo cortar educadamente la charla que el buen samaritano, nunca mejor dicho, nos estaba dando sobre su religión.

Eran las 18.40 y a las 18.45 cerraban el checkpoint.

Aquella tarde todo había empezado con prisas: habíamos quedado a las seis en la puerta de la escuela para ir al monte At-tur, el monte sagrado de los samaritanos. Sobre las cinco, cuando regresábamos de nuestra vuelta por la ciudad vieja, vimos a Jehad haciendo aspavientos con las manos ‘yalla, yalla, shabab!, hurry up!’. ¿A qué venía tanta prisa? ¡Todavía quedaba una hora! Medio corriendo para no impacientar a Jehad, que seguía cual guardia de tráfico en mitad de la calle, entramos en la escuela. “Van a cerrar el checkpoint a las 18.45. Tenemos que salir ya”. Eran las 17.30 cuando estábamos subiendo al autobús que nos esperaba fuera.

Así fue como nuestra visita, programada, en principio, para toda la tarde, se redujo drásticamente a una hora escasa… ¡trayecto incluido!.

A mitad de camino, entre cuestas y más cuestas, el autobús, que no lograba superar los 20km/h, terminó por pararse en medio de una gran humareda. Botellas de agua, trapos húmedos… y nosotros parados en la carretera. “Ahora sí que no pasamos”, pensé yo.


Por fin consiguieron que el autobús se pusiera en marcha de nuevo. Al poco paró y nuestros compañeros locales se bajaron: el checkpoint en cuestión no permitía el paso a los palestinos, por lo que tuvieron que bajarse antes de llegar a él y esperarnos en el campo.

Continuamos la marcha sin ellos y dos minutos más tarde íbamos todos, sonrientes y despreocupados turistas, hacia el puesto de control. Primero los estadounidenses, luego los ingleses y después el resto de nacionalidades.

Encontramos la casa-museo y al hombre que nos iba a hacer la exposición. Todos sentados bajo un gran candelabro hecho con hortalizas colgando del techo y escuchando las explicaciones sobre la creencia samaritana, debíamos de ofrecer una imagen bastante curiosa.

Abo volvió a mirar el reloj. “Excuse me… excuse me… we must leave now, sorry. The soldiers will close the barrier in one minute… no, in fact they must be closing it right now!”.

Todos teníamos cara de circunstancias: a nadie le apetecía quedarse allí atrapado hasta que a la mañana siguiente (¡ojalá!) volvieran a abrir el puesto de control. Además, nuestros compañeros estaban esperándonos al otro lado. Pero, por aquellas cosas de la vida que uno de vez en cuando hace, no corrimos. Queríamos, claro, que el puesto aún estuviese abierto, pero seguimos andando normalmente, parándonos para tomar fotos, charlando; lo contrario hubiese sido como ponerse de rodillas, doblegarse a la imposición militar. Ni hablar. Quizá en otras cosas no teníamos elección, pero en aquel momento y aquella situación concreta, sí.

Fuimos llegando en pequeños grupos al puesto. Los soldados nos iban saludando con el gesto relajado; nada de pasaportes, nada de chequeos. Les mirábamos y mientras decíamos ‘bye’, pensaba en lo distintas que serían las cosas si les dijéramos que teníamos amigos palestinos.

Nos subimos en el autobús y, mientras nos alejábamos, cerraron la barrera. Ya nadie podría entrar o salir de Nablus por aquella parte de la ciudad.

Al otro lado nos esperaban nuestros colegas, un poco más allá de donde les habíamos tenido que dejar. Nos sentamos en un pequeño muro de piedra. Desde la falda de aquel monte, la vista era espléndida. Contemplando la puesta de sol, maravillados, volvimos a sentirnos libres bajo la ocupación.

Gracias a Dios, hay cosas que todavía no pueden controlar.





martes, 14 de noviembre de 2006

La fábrica de jabón



Es curioso cómo, a veces, las mayores estupideces terminan por tener más sentido de lo que pensábamos.

Hace unos días andaba yo revoloteando por los últimos capítulos del libro Sharon and my mother-in-law cuando me encontré de repente de vuelta en el año 2002, viendo cómo el ejército israelí invadía la ciudad y, entre otras proezas, reducía a escombros la fábrica de jabón.

Justo en ese momento recordé mi último día en Nablus: íbamos corriendo Fawaz (que, por cierto, sigue sin casa), Elsa, Loes y yo por medio de la zona vieja de la ciudad, ultimando las compras para la familia y los amigos. Antes de despedirnos fuimos a ver aquella fábrica. El suelo resbaladizo, las torres altas hechas con las pastillas, el hombre que, arrodillado en el suelo, envolvía a la velocidad de la luz los jabones en papel y los dejaba listos para vender... y también el encargado, que nos mostraba con una sonrisa en la cara un modelo de jabón que hacían con dibujitos, especial para los niños. ‘Tomad: llevaos una, de recuerdo’.

Continué leyendo el capítulo y tuve la terrible sensación de que lo que en realidad estaban haciendo los israelíes era robar nuestros recuerdos. Es como si no quisieran dejar en pie nada a lo que nosotros pudiéramos aferrarnos. Luego me dije ‘Carmen, esos recuerdos están dentro de cada uno de nosotros y los compartimos aun en la distancia, así que deja de decir estupideces: nunca podrán arrebatárnoslos’.

Pero me sentía tan inquieta que decidí contárselo a alguien, y quién mejor que un palestino para hablar sobre tan loco pensamiento. ¿Sabéis lo que me respondió? ‘Ha sido curioso leer tu email: eso es precisamente lo que han hecho y aún siguen haciendo’. Así que ya veis...

Algo que aprendí este verano fue que cuando estás en Palestina, si tienes la oportunidad, debes hacer fotos a todo lo que ves, por si la próxima vez que vuelvas las cosas ya no están donde solían.

Restos de la fábrica de jabón.
Old city. Nablus.

sábado, 11 de noviembre de 2006

Repeticiones

Tengo delante de mí una frase que dice: ‘Al destino le agradan las repeticiones’. Un pedacito de la obra de García Márquez escrito en un corcho.

Siempre me ha parecido una promesa, una esperanza para luchar contra la pérdida de aquello que anhelamos, de aquellos a los que queremos y que, por una u otra razón, cruzaron por nuestras vidas y ahora están lejos.

Cuando volví de Palestina solía mirar el corcho y decirme que algún día volvería, porque así le gustaban al destino las cosas.

Ahora, después de esta semana de noticias en la tele, el cartel no se me presenta tan esperanzador.

¿Es cierto que al destino le gustan las repeticiones? Quizá por eso en Beit Hanun siguen acumulándose los muertos, los asesinados.

Se podría decir, incluso, que al destino le encanta volver una y otra vez sobre lo mismo: sólo así se explica que, después de anunciar su retirada, el ejército israelí volviera a atacar a la población.

Y claro que esto no es nuevo, aunque nos escandalice cuando lo vemos por televisión, como si ocurriera por primera vez.



¿Quién le dará consuelo a este padre que perdió a su mujer y a sus hijos?

¿Quién le explicará las razones?

La noticia aquí.

viernes, 20 de octubre de 2006

La contraoferta

¿Quieren una experiencia inolvidable? ¡Bienvenidos a los Territorios Palestinos Ocupados, Señores... !

* No dejen de pasar por el campo de refugiados de Balata, Ayn o Askar: estaremos encantados de mostrarles los agujeros en las paredes, las casas demolidas o los negocios destrozados.

* Los cementerios tienen unas estupendas vistas: cada tumba posee un extraordinario homenaje al mártir; pura belleza ornamentística.

* Podrán degustar el estupendo arroz con arroz (sentimos que la carne sea demasiado cara como para incluirla en el menú).

* Visita a las ruinas de diversos edificios públicos. Parque temático y turismo, ¡todo en uno!

Y no se preocupen: si en algún momento comienzan a sentir indicios de que algo no es como siempre se lo contaron, comuníquenselo al guía y en seguida serán atendidos por un equipo experto en el tratamiento de este tipo de alteraciones momentáneas. Mientras espera, por favor, recuerde repetir una y otra vez estas simples frases:'el muro es de defensa', 'todos los árabes son terroristas y nos quieren fuera', 'somos la única democracia de la zona'.

Por último, con el deseo de que guarden un grato recuerdo de este viaje humanitario, tenemos el placer de comunicarles que podrán tomar fotografías de ¡¡niños palestinos!! (*) y colgarlas en la pared, de vuelta en sus modestas casas israelíes, para poder decir cada vez que las contemplen: 'Si tan sólo quisieran reconocer que lo hacemos por su bien... ¿Cuándo se darán cuenta de su error?'

(*) Entiéndase por 'niño palestino' cualquiera de los siguientes términos: huérfano, hambriento, privado del derecho a la educación debido a los continuos cierres de escuelas, torturado, encarcelado, falto de asistencia médica por ser denegado el paso a la ambulancia que lo transporta a través del check-point, carente de infancia, humillado, asesinado...


THE ULTIMATE MISSION TO ISRAEL o Cómo convertir la ocupación en una atracción turística

1.895 $ (más una donación obligatoria de entre 500 y 5.000 dólares a la organización) es todo lo que necesita para vivir una experiencia inolvidable.

- Informes directos de agentes del Mossad

- Encuentros con miembros de las fuerzas israelíes que llevan a cabo las matanzas de objetivos palestinos

- Juicios en directo a miembros de Hamas

- Tour por los check-points de Gaza

- Relatos de los héroes de guerra israelíes que salvaron la Patria.

- Vuelo-excursión sobre Galilea y los Altos del Golán

Todo ello y mucho más acompañado, por supuesto, de los mejores servicios: alojamiento de primera clase en el hotel de cinco estrellas Sheraton Plaza (Jerusalén), tres comidas diarias (todas ellas Kosher), autobús de lujo para el transporte, móvil personal para cada uno de los participantes y los mejores guías con amplios conocimientos sobre la guerra contra el terror árabe que desde hace décadas mantiene Israel.

No encontrará otra oportunidad como esta para conocer de cerca la lucha diaria por la supervivencia, la libertad y la democracia.


6 – 13 de noviembre ¡Está a tiempo!

Cortesía de Shurat HaDin, Israel Law Center.

miércoles, 11 de octubre de 2006

El recuerdo

Saed apareció de repente en la pantalla. Creo que ninguno nos lo esperábamos.

El dvd iba avanzando y nuestro compañero explicaba a la cámara cómo su madre fue asesinada hace hoy exactamente cuatro años.

Aquella tarde de julio, en Nablus, todos nos quedamos atónitos. El dolor es más fuerte aún cuando la víctima tiene cara, nombre y apellidos.

Una historia más de las muchas que componen la vida diaria palestina bajo la ocupación y que algunos se empeñan en relegar al olvido.

Bienvenidos al recuerdo…

Fourth Anniversary of the Assassination and Martyrdom of Shaden Abdel Qader Al Saleh Abu-Hijleh

(February 15, 1941--October 11, 2002)


On October 11th 2002 , Shaden Abu-Hijleh (aged 62), a grandmother, peace activist and philanthropist, was murdered in cold blood.

Israeli soldiers deliberately shot her without provocation while she was embroidering inside her home in the West Bank City of Nablus.

Over 15 hollow-point bullets, which are banned by international law, were shot directly at her and her family killing her and injuring her husband and son.


Shaden was a devout patriot and shared with her Palestinian brothers and sisters the aspiration for freedom and liberation from the Israeli military occupation. She worked for Palestinian independence and the preservation of Palestinian national identity on Palestine ’s soil. She joined several organizations and association working for freedom and peace in Palestine and around the world. After her sons and daughter graduated from university, Shaden dedicated her life for the sake of achieving political and social justice and became a notable leader in the women’s movement in Palestine . She was an active member in several local and national organizations:


· Administrative Committee Member, The Charitable Cultural and Social Society, Nablus , Palestine .


· Administrative Committee Member, Society for the Safeguarding of Motherhood and Childhood, Nablus , Palestine .


· Founding Member, Ebal Cultural Center for Palestinian Arts and Folklore, Nablus , Palestine .


· Founding Member, Association for Combating of Smoking and Dangerous Drugs.


· Founding Member, Palestinian Women for Democratic Change.


· Member of the National Popular Committees (Responsible for the disbursement of food supplies to needy families affected by Israeli curfews and sieges of Palestinian towns and villages).


Shaden remained active in all of these noble activities until she was assassinated by the cowardly and treacherous bullets of the Israeli military occupation on Friday, October 11, 2002 .

justice@remembershaden.org www.remembershaden.org

martes, 26 de septiembre de 2006

¿De vuelta a 'Moros y Cristianos' ?

Como decía una de mis compañeras de Nablus ‘¿Es que ahora vamos a tener que demostrar al mundo que cristianos y musulmanes convivimos con normalidad?’.

Me parece estúpido que el resto vea un problema donde los propios interesados no lo ven. Pero claro, como ahora se lleva mucho eso de ir en plan ‘cruzada’ por la vida, pues ya está: todos nos ofendemos ‘globalmente’ y aquí paz y después gloria.

Así que entre unos que lanzan citas al aire como por casualidad, otros que se lían la manta a la cabeza en nombre de algo que no saben ni lo que es, y los medios de comunicación que sacan lo que les da la gana, ya tenemos el circo montado.

Y mientras tanto, para que la fiesta no decaiga, tenemos al señor Aznar quejándose porque los musulmanes aún no han pedido perdón por los ocho siglos que sus antepasados estuvieron en la Península. Aunque no sé si eso de declararse partidario de Isabel y Fernando tiene mucho de acertado cuando son más que conocidas sus buenas relaciones con el Gobierno de un país que respalda a todo un Estado judío (y que no se me malinterprete, que ya sé que ser judío no tiene por qué significar ser sionista).

En fin, señores, cada uno a lo suyo: ustedes sigan tirándose los trastos a la cabeza, que mientras tanto el resto de personas normales y corrientes, aquí o en Palestina, seguiremos conviviendo como hasta ahora, sin importar demasiado a quién rece cada uno.

Iglesias

Pues nada, mis compañeros fueron a ver al Padre Yousef Saedeh, cura católico de Nablus.

No es la primera vez ni, por supuesto, será la última. Cada año, los voluntarios de Zajel pasan por esta iglesia para conocer más de cerca la realidad de la comunidad cristiana, de la que las noticias suelen olvidarse a menos que haya algo ‘de interés’ que contar.

Ala Yousef , el coordinador de Zajel, le aseguró al Padre Saedeh que musulmanes y cristianos permanecerán unidos ya que ‘nosotros, musulmanes y cristianos, somos siempre hermanos y no permitiremos a nadie que nos separe a causa de la religión’. También recordó que ambas comunidades están sufriendo las mismas dificultades bajo la ocupación, a la que hacen frente unidos.

Por su parte, el Padre Saadeh aseguró que, tanto él como el resto de cristianos de Nablus, están seguros de que los responsables del ataque a las iglesias no son representativos de los musulmanes, añadiendo que los medios de comunicación se centraron en los actos de unos pocos individuos mientras ignoraban deliberadamente las condenas a los ataques emitidas por muchos otros musulmanes, que aún siguen acudiendo a la Iglesia para mostrar su respeto a la comunidad cristiana y su rechazo a los actos mencionados.

Lo curioso de todo esto es que el ejército israelí ya puede tirar 25 casas de una vez, que tú no te enteras porque no sale en un solo telediario. Ahora bien, cuando se trata de alimentar esa idea fija que tenemos de enfrentamiento entre religiones, la noticia se ve en las tres ediciones del día, en los avances informativos y el teletexto.

Que nadie me entienda mal: quemar iglesias no me parece apropiado (igual que no se lo parece a miles de musulmanes en Palestina, aunque eso ¿en qué televisión se ve?), pero tampoco me lo parece la manipulación de la información que muestra sólo lo que quiere mostrar y según quiere mostrarlo. ¿Quieren sacar a cuatro cabezas huecas tirando cócteles incendiarios a una iglesia? Bien, que lo hagan, pero que informen también sobre las condenas a esos mismos actos (por cierto, mucho más abundantes) que hacen los propios musulmanes.

¿O es que sólo decimos lo que nos interesa?



miércoles, 20 de septiembre de 2006

Palabras más, palabras menos

Hay palabras que, a fuerza de tanto repetirlas, se convierten en verdad, y otras que, a causa de esa misma repetición, pierden su sentido.

Claro que también hay palabras que ni una cosa ni la otra: simplemente están ahí, flotando en el vacío.

El problema de este mundo en que vivimos es que las palabras lo controlan todo, hasta el punto de ser capaces de cambiar realidades. Por ejemplo: una invasión pasa a llamarse escaramuza y así un país puede mantener ilegalmente a sus tropas dentro de las fronteras de otro sin que nosotros le demos mayor importancia: total, una escaramuza es una tontería... Los civiles dejan de ser civiles para pasar a ser supuestos: supuestos terroristas, supuestos militantes, supuestos activistas; y los bombardeos indiscriminados sobre la población, al igual que la demolición de edificios públicos o casas particulares, no son sino operaciones de defensa.

Lo malo es que las palabras que se utilizan para combatir las injusticias se apilan en montones y montones de papeles, eso sí, bien ordenados según el número de resolución, hasta que ya nadie se acuerda de su significado ni se pregunta para qué deberían servir.

Luego están esas otras palabras, a las que les cuesta tanto salir ante la barbarie que tienen que describir, esas que uno nunca sabe cómo escoger para conseguir que otros sientan, sin haberlo vivido, lo que uno ha sentido y vivido: el miedo, la incertidumbre, la injusticia, la sensación de abandono, la ilusión destrozada a base de tanto esperar, los sueños rotos. Esas palabras a las que nunca nadie presta atención ni da credibilidad.

Y el mundo sigue dando vueltas y vueltas (aunque algunos todavía creerán que es el sol el que gira a nuestro alrededor) enredado en tanta retórica vacía de contenido que se entretiene en grandes discursos mientras, en la vida real, la gente vive y muere en medio del más absoluto olvido, de la más absoluta desolación.


miércoles, 13 de septiembre de 2006

Tiro al... ¿plato?

- ‘Perdona por no haber venido esta tarde’, me dice Shamej.

- ‘No pasa nada, hombre, ¿la universidad?’, le pregunto yo, relacionando los exámenes que estaban teniendo esos días con su ausencia en el campo de trabajo.

- ‘No... en realidad he estado en el hospital. Han disparado a mi primo. Ellos han disparado a mi primo’.

Me quedo a cuadros.

¿Que le han disparado?, ¿Cuándo, dónde?, ¡¿Cómo está!?.

Me dice que no pasa nada, que su primo ya está bien: cojeando, pero en casa; le dispararon en la pierna.

Es curiosa la cantidad de balas que se escapan.

¿Será que ellas también se cansan de tanto control y deciden salir a dar una vuelta, aun sin el permiso expreso de sus dueños?

Estas balas rebeldes...


jueves, 7 de septiembre de 2006

Desde la ventana

A la mañana siguiente, cuando vio mi cara, Fawaz me comentó: ‘No has dormido bien, ¿verdad?’.

Era cierto: había dormido tan sólo unas horas.

‘Estuvimos hasta tarde despiertas, escuchando los disparos y los tanques’, le contesté.

Me miró; parecía estar sintiendo en lo más profundo de su ser que tuviéramos que estar pasando por aquella situación.

‘¿Sabes?’, continuó, ‘he dormido dos horas. He estado toda la noche en la ventana de mi casa, mirando a la escuela, comprobando que todo iba bien’.

Su cara, como la mía, como las de todos, también reflejaba las pocas horas de sueño.
Experimenté esa sensación de cuando eres pequeño y tu padre o tu madre se queda pacientemente sentado a los pies de tu cama, esperando a que te duermas porque tú tienes pesadillas y te da pánico quedarte solo. Esa sensación de seguridad, afecto, calor.

Casi un mes después, los escenarios cambiaron: Fawaz ya no velaba desde la ventana de su casa por nuestra seguridad, mientras nosotras dormíamos en la escuela Jardaneh y los militares, unas calles más allá, abrían fuego contra el edificio de la policía preventiva. Ahora era el ejército israelí el que, desde esa misma escuela, vigilaba y demolía la casa de Fawaz.

Me pregunto si esta es la forma de recompensar a los que eligieron la palabra como arma contra la ocupación.

:: Edificio Lubbadeh. 26-27 Agosto 2006 ::

lunes, 4 de septiembre de 2006

Nablus, Nablus

A pesar de haber estado en ella, me sigue sorprendiendo ver tanto dolor y destrucción en la ciudad.

Desde que el fin de semana del 26 y 27 de agosto el ejército israelí destruyera el edificio Lubbadeh, todos los que estuvimos allí nos hemos movilizado para dar a conocer lo sucedido y poder ayudar de alguna forma a nuestro amigo Fawaz, voluntario también de Zajel y a su familia, que se ha quedado sin casa.

Pero antes de que eso sucediera, el día 12 de agosto el ejército israelí también entró en el campo de refugiados de Nuevo Askar y realizó la misma operación con otro edificio, otra familia.

Estos días, lo sucedido se repite. Suma y sigue.

Yo me pregunto si llegará el momento en el que, cuando hable de Nablus, me ocupará más tiempo el contar todas las casas destruidas y los negocios destrozados, que el hablar de lo acogedora y agradecida que allí es la gente. Tengo la sensación de que el ejército no se contenta con arruinar la vida a los palestinos: parece que también nos quiere arrebatar los buenos recuerdos que nos trajimos de allí.

Pero a pesar de todo ello, de las invasiones del ejército, de las casas destruidas, de las detenciones sin cargos, de las muertes de inocentes... la ciudad, con sus habitantes, sigue adelante. No dejaré que el recuerdo de los niños jugando en las calles, el recuerdo de la mano amiga tendida, ofreciéndote lo que tiene, de los que dejamos allí, quede aplastado también bajo la imagen de los escombros de las casas.

Si ellos no se dan por vencidos, yo tampoco.

Será, como decía un amigo mío, la ‘magia de Nablus’.

¿Reproches?

A veces ocurren cosas sin que nosotros podamos evitarlo. Otras veces, simplemente, no prestamos atención.

Sé que el mundo es muy grande y que el drama Palestino no es el único que se mantiene a lo largo de los años sobre la faz de la tierra. Pero también sé que muchos de los que me reprochan ayudar a gente que, según dicen, ‘nada tiene que ver contigo, Carmen’, son los mismos que se encogen de hombros y repiten la misma pregunta a mi amiga cuando viene de Ecuador o a mi compañero de voluntariado cuando cuenta su experiencia del año pasado en India. Quizá ese reproche no sea más que una burda estrategia para olvidar que ellos mismos no hacen nada, ni fuera, ni dentro de nuestras fronteras.

El mundo es ancho y las injusticias muchas, ¿por qué en vez de criticar las opciones de quienes intentan hacer algo, no escogen ellos también otra causa justa por la que trabajar?

Qué razón tenían Celtas Cortos con su ‘Tranquilo, majete, en tu sillón’.


domingo, 3 de septiembre de 2006

Añoranza



Hace tan sólo un mes que volví de Palestina. Después de estar dos años leyendo sobre el conflicto, asistiendo a conferencias y debates, viendo documentales... llegó el momento en el que sentí la necesidad de ir allí y ver lo que estaba ocurriendo con mis propios ojos.

El día 11 de julio de 2006 tomé el avión para Tel Aviv, decidida a llegar hasta Nablus y poder así unirme a los otros veinte voluntarios, de todos los rincones del mundo, que iban a participar en el campo de trabajo organizado por la Universidad Nacional de An-Najah.

Durante las casi tres semanas que duró el campo, aprovechamos cada segundo, con los ojos bien abiertos, para captar la realidad que nos rodeaba, para sentir un pedacito de todo lo que los palestinos sienten a diario.

Las actividades con los niños en el campo de refugiados de Nuevo Askar pretendían ser un ‘tiempo fuera’ en medio de tanta opresión. Talleres de pintura, de teatro y de circo, juegos para aprender idiomas, ensayos musicales, bailes varios y el típico ‘Toma-tomate-tómalo’, en su versión de Nablus, seguían su curso mientras en la ciudad sonaban las ambulancias, los soldados israelíes derrumbaban el edificio de la policía preventiva y los nombres de los mártires se escuchaban a través de los altavoces de las mezquitas. Y todo ello, a su vez, se mezclaba con las continuas ofertas para tomar té, las sonrisas de los niños y los mayores que nos veían trabajar, y con nuestras propias miradas de asombro al ver cómo, de lo más mínimo, aquella gente podía sacar una razón para sonreír y seguir viviendo.

Las tardes las dedicábamos a sumergirnos en la ciudad: visitas culturales a lugares de interés como el monte de los Samaritanos; el encuentro con el Pastor de Nablus, representante de la comunidad cristiana; las visitas al hospital, el orfanato y a la Media Luna Roja; el campo de refugiados de Balata o la Asociación de Mujeres Árabes son sólo unos cuantos ejemplos.

Las presentaciones que cada voluntario realizó sobre su país de procedencia nos sirvieron para ampliar conocimientos y darnos cuenta de que en el mundo, por mucho que los gobiernos hagan oídos sordos a las injusticias, la sociedad civil es capaz de organizarse y actuar.

Mentiría si dijera que no hemos tenido días difíciles en los que nos preguntábamos por qué el mundo no decía nada ante lo que allí estaba ocurriendo. Pero es que, nos dimos cuenta, al mundo no le llegan ese tipo de noticias: parece que hasta ellas tienen serios problemas para atravesar el checkpoint de Huwwara y salir de la ciudad.

Ya de vuelta en España, todo me parece extraño. Atrás quedaron los puestos de control, el esperar en largas colas para ver si un adolescente vestido de soldado te deja pasar al otro lado; la libertad limitada; el tener que ir con el pasaporte encima hasta para comprar agua en la tienda de la esquina; el sonido de las ambulancias intentando llegar hasta los heridos, la base militar que vigila Nablus noche y día desde lo alto de la montaña; también los jeeps, los tanques y los disparos.

Pero los buenos recuerdos pueden con todo lo anterior: me traigo conmigo un montón de amigos y compañeros; las imágenes de los niños que no dudaron en recibirnos con una gran sonrisa; la mirada de gratitud de los mayores, que no dejaban de preguntarnos por qué habíamos decidido ir allí si podíamos estar en cualquier parte del mundo seguros y en paz, disfrutando de nuestras vacaciones; la sensación de haber contribuido algo a esa resistencia, diaria, pacífica y tan desconocida, contra la ocupación.

Me traigo la invitación para volver a Palestina y la promesa de hacerlo, muy pronto.

Sigo creyendo en el mundo.

miércoles, 30 de agosto de 2006

Esta es la entrada de la escuela Jardaneh... :: Foto tomada por Palestine Media Unit ::

Ahora hay casa, ahora no hay casa

Dicen, y yo también lo creo, que el conocimiento es el motor del mundo. Será por eso que algunos dirigentes se empeñan en mantener en la más absoluta ignorancia a sus súbditos. Y no me refiero a no permitirles tener libros con los que estudiar, sino a ponerles unas orejeras mediáticas que hacen milagros hoy en día.

La escuela Jardaneh, en Esso Street, es la escuela de Nablus que imparte lo que equivaldría al nivel de Enseñanza Primaria en España. En las paredes de sus aulas, como en las de cualquier escuela que nosotros podamos conocer, hay murales con mapas, listas de palabras en inglés y esperanzas de futuro expresadas en un pedazo de papel.

Esa misma escuela fue la que, durante casi tres semanas, acogió a los 21 voluntarios venidos de todas partes del mundo, cuyo objetivo era ver la realidad palestina con sus propios ojos y contribuir, dentro de sus posibilidades, a llevar una parte de esperanza y a hacer de aquella situación algo un poco mejor. Allí comíamos, reíamos, planeábamos las actividades para realizar con los niños del campo de refugiados de Nuevo Askar, intercambiábamos opiniones, nos apoyábamos unos a otros cuando lo que vivíamos amenazaba con superarnos y aprendíamos a tener una visión crítica, fundamentada en nuestra propia experiencia.

Este sábado, 26 de agosto de 2006, la escuela fue tomada por el ejército israelí y utilizada como base de operaciones. Su objetivo: derrumbar un edificio que se encontraba justo enfrente, donde residían 18 familias. La excusa: encontrar a dos chicos que, en teoría, se escondían allí.

Los vecinos, desalojados, y posteriormente retenidos e interrogados, tuvieron que presenciar cómo los soldados, en lugar de buscar a sus objetivos casa por casa, derrumbaban todo el edificio, con recuerdos, enseres personales y hasta mascotas dentro.

No hay edificio, no hay casas. No hay dinero para la reconstrucción.

He aquí la polivalencia de una escuela: de fuente de conocimiento y lugar para la esperanza, a base de operaciones militares desde la que demoler, disparar y humillar.

Ahora sólo queda decidir si nosotros seguiremos con esas orejeras puestas o nos las quitaremos de una vez para atender a las voces que nos llaman porque, a pesar de nuestra tradicional sordera, mantienen la esperanza de ser escuchadas.

Algunas fotos...

martes, 22 de agosto de 2006

El olor del café

Las lágrimas empezaron a caer antes del final de la función. Los datos almacenados en la memoria, las imágenes, las sensaciones... todo daba vueltas en nuestras cabezas a la velocidad de la luz.

Fue una de nuestras primeras aproximaciones a Palestina, a la vida diaria que siempre se olvida a la hora de escribir las noticias.

Dos años después de salir de aquel teatro, yo misma he podido disfrutar del aroma y el sabor de ese café, que se empeña en ser dulce por más que haya quienes pretenden obligarlo a ser siempre amargo.