Sólo cuando se entienden las cosas, se pueden solucionar. Y no todo se entiende a través de los libros, con palabras escritas sobre papel, con párrafos llenos de datos estadísticos e información segmentada en capítulos y epígrafes varios. No.
La obra del sábado nos presentó cuatro vidas: una madre en el hospital a punto de perder a su hijo por culpa de una bala israelí; una enfermera que, cansada de las humillaciones diarias, decide explotarse en medio de Tel Aviv; un soldado israelí demasiado cansado de la historia de persecución que ha sufrido su pueblo como para albergar cualquier tipo de sentimiento que no sea para con los suyos; y su hermano, también soldado, que se ahoga en una situación que se le antoja escandalosamente injusta y que acaba por afectarle personalmente.
Las cuatro historias, presentadas en fragmentos, terminan uniéndose en el hospital israelí, donde el hijo de la mujer palestina acaba de morir y uno de sus pulmones termina en el cuerpo de la niñita de cinco años,hija del segundo de los soldados, a la que la bomba adosada al cuerpo de la enfermera palestina ha hecho añicos en una zapatería de la ciudad.
Frente al odio y el rencor, la violencia, del primer soldado y la enfermera, se alzan, como únicos supervivientes, los padres palestinos que deciden donar los órganos de su hijo para salvar la vida de otros niños y la reflexión y valentía del padre de la niña israelí herida en la explosión, que se enfrenta a los suyos por pensar diferente.
Todo lo sucedido desde hace décadas no ha sido justo, pero quizá deberíamos plantearnos otras formas de afrontar el problema antes de seguir estancados en recriminaciones y rencores acumulados que a ningún lado nos llevan.
No se trata de olvidar, tampoco sé hasta qué punto es posible perdonar, pero hay que que saber que el presente es el presente, que no todo el pasado se puede recuperar y que lo que el futuro nos depare está, en gran medida, en nuestras manos.
¿Qué es lo que queremos?
La obra me dejó tarareando una canción que escuché hace algo más de un año. Os dejo con ella.
La obra del sábado nos presentó cuatro vidas: una madre en el hospital a punto de perder a su hijo por culpa de una bala israelí; una enfermera que, cansada de las humillaciones diarias, decide explotarse en medio de Tel Aviv; un soldado israelí demasiado cansado de la historia de persecución que ha sufrido su pueblo como para albergar cualquier tipo de sentimiento que no sea para con los suyos; y su hermano, también soldado, que se ahoga en una situación que se le antoja escandalosamente injusta y que acaba por afectarle personalmente.
Las cuatro historias, presentadas en fragmentos, terminan uniéndose en el hospital israelí, donde el hijo de la mujer palestina acaba de morir y uno de sus pulmones termina en el cuerpo de la niñita de cinco años,hija del segundo de los soldados, a la que la bomba adosada al cuerpo de la enfermera palestina ha hecho añicos en una zapatería de la ciudad.
Frente al odio y el rencor, la violencia, del primer soldado y la enfermera, se alzan, como únicos supervivientes, los padres palestinos que deciden donar los órganos de su hijo para salvar la vida de otros niños y la reflexión y valentía del padre de la niña israelí herida en la explosión, que se enfrenta a los suyos por pensar diferente.
Todo lo sucedido desde hace décadas no ha sido justo, pero quizá deberíamos plantearnos otras formas de afrontar el problema antes de seguir estancados en recriminaciones y rencores acumulados que a ningún lado nos llevan.
No se trata de olvidar, tampoco sé hasta qué punto es posible perdonar, pero hay que que saber que el presente es el presente, que no todo el pasado se puede recuperar y que lo que el futuro nos depare está, en gran medida, en nuestras manos.
¿Qué es lo que queremos?
La obra me dejó tarareando una canción que escuché hace algo más de un año. Os dejo con ella.
My Space - Pablo Bloom
2 comentarios:
is very nace!!thenks
Sip... hay gente que aún es capaz de sentir la pena del que está al otro lado, parece.
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