Toda una hilera de gente para entrar en la sala. En la puerta, un gran cartel con la bandera israelí y la palabra checkpoint.
- ¿Adónde va? ¿Gaza, Jerusalén o Ramallah?
La gente va contestando y pasando.
Cuando llega mi turno, sonrío: "A Ramallah". Me sellan un pasaporte improvisado y me dejan pasar. Justo en ese momento hay un altercado entre alguien que, como todos, espera en la interminable fila, y una de las soldados que sigue apuntándonos.
Otro soldado me hace continuar a empujones, sin dejarme mirar atrás. A mi espalda se oyen las voces de la mujer.
Mientras tanto, mi abuela, que me acompaña, se ha quedado retenida en el control. Sus ojos buscan los míos ¿Qué pasa?
- Perdone, vamos juntas.
El soldado me mira y la deja finalmente pasar.
Sonrío al comprobar cuánto dista una obra de teatro de la cruda realidad.
- ¿Y esto es lo que os hacen cuando estáis allí?
- Abuela, esto no es nada: allí no dicen 'por favor', ni 'gracias', digo con una sonrisa de complicidad, intentando ponerle un poco de humor a la escena y rebajar la humillación de mi abuela por la falta de educación de los soldados.
Se ven carteles en el escenario: Ramallah, Hebrón, Jerusalén, Siria, Jordania, Gaza, Tel Aviv. Diversas escenas se suceden: hablan de la vida cotidiana en una palestina dominada por la violencia del conflicto.
"Quisiera quitarme las botas y pisar la tierra con los pies".
"Son terroristas, yo también voy armado, yo también mato en esta tierra. ¿Qué estoy haciendo aquí? No lo sé. Sí, sí lo sé: defendernos. Pero ¿de quién? ¿de esos jóvenes que gritan alrededor de esos cadáveres? ¿de esos niños?. Algunos se enfrentan a nosotros, otros huyen. ¿Qué les he hecho para que huyan?".
- ¿Adónde va? ¿Gaza, Jerusalén o Ramallah?
La gente va contestando y pasando.
Cuando llega mi turno, sonrío: "A Ramallah". Me sellan un pasaporte improvisado y me dejan pasar. Justo en ese momento hay un altercado entre alguien que, como todos, espera en la interminable fila, y una de las soldados que sigue apuntándonos.
Otro soldado me hace continuar a empujones, sin dejarme mirar atrás. A mi espalda se oyen las voces de la mujer.
Mientras tanto, mi abuela, que me acompaña, se ha quedado retenida en el control. Sus ojos buscan los míos ¿Qué pasa?
- Perdone, vamos juntas.
El soldado me mira y la deja finalmente pasar.
Sonrío al comprobar cuánto dista una obra de teatro de la cruda realidad.
- ¿Y esto es lo que os hacen cuando estáis allí?
- Abuela, esto no es nada: allí no dicen 'por favor', ni 'gracias', digo con una sonrisa de complicidad, intentando ponerle un poco de humor a la escena y rebajar la humillación de mi abuela por la falta de educación de los soldados.
Se ven carteles en el escenario: Ramallah, Hebrón, Jerusalén, Siria, Jordania, Gaza, Tel Aviv. Diversas escenas se suceden: hablan de la vida cotidiana en una palestina dominada por la violencia del conflicto.
"Quisiera quitarme las botas y pisar la tierra con los pies".
"Son terroristas, yo también voy armado, yo también mato en esta tierra. ¿Qué estoy haciendo aquí? No lo sé. Sí, sí lo sé: defendernos. Pero ¿de quién? ¿de esos jóvenes que gritan alrededor de esos cadáveres? ¿de esos niños?. Algunos se enfrentan a nosotros, otros huyen. ¿Qué les he hecho para que huyan?".
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